lunes, 16 de septiembre de 2013

El valor del optimismo

Como nosotros tenemos control sobre nuestra actitud, podemos elegir, libremente, en ser optimistas o pesimistas. El optimismo y el pesimismo, básicamente, son actitudes. El optimismo es la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable y el pesimismo es la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable.
Gottfried Wilhelm Leibniz, considerado como un genio universal, matemático y filósofo alemán (Siglo XVII), que desarrolló el cálculo infinitesimal y redefinió el sistema binario numérico, base de la computación digital, como filósofo se caracterizó por creer en la existencia de Dios, por su optimismo y sobre la importancia del optimismo en nuestras vidas, ya que vivimos en el mejor de los mundos.

Martin E.P. Seligman, Ph.D., Director del Centro de Psicología Positiva y profesor de psicología de la Universidad de Pennsylvania, autor de Learned Optimism: How to Change Your Mind and Your Life y de The Optimistic Child resalta la importancia del optimismo en nuestras vidas. Seligman expresa: “Los optimistas tratarán de evitar y escapar de los eventos negativos” y que “las personas optimistas son más felices que los pesimistas”.

Viktor Frankl, Ph.D., psiquiatra, sobreviviente de cuatro campos de concentración nazis, entre ellos Auschwitz, autor de numerosos libros entre ellos Man’s Search for Meaning y Tragic Optimism es un profeta de la esperanza y resalta la importancia del optimismo. En Tragic Optimism, Frankl explica que se puede ser optimista ante situaciones trágicas cuando se tiene un propósito en la vida, la aceptación de lo que no se puede cambiar, fe en Dios, confianza en otras personas y el coraje para enfrentar la adversidad.

Décadas antes del auge de la psicología positiva, Hellen Keller, quien nació sorda y ciega y que con la ayuda de su profesora Annie Sullivan aprendió a hablar, leer y escribir y se convirtió en una heroína intelectual al profesar el optimismo como una filosofía de vida. Su libro, publicado en 1903, lo tituló Optimism. Hellen Keller expresó: “el optimismo es la fe que lleva a la realización; nada se puede hacer sin esperanza”.

Igualmente en el campo de la salud y bienestar hay numerosos estudios que concluyen que el optimismo contribuye a la buena salud y el pesimismo contribuye a la enfermedad. Los estudios indicaron que en forma general los optimistas tienen un estilo de vida más saludable.

Nuestro optimismo o pesimismo define la manera cómo interpretamos el pasado; la manera cómo experimentamos y vemos el presente; y la manera como imaginamos nuestro futuro. El ser optimista, básicamente, significa que siempre se espera el mejor resultado posible en cualquier situación.

Los optimistas enfrentan los problemas pensando inmediatamente en las posibles soluciones y en las acciones a tomar para solucionar el problema; los pesimistas generalmente tienden a abandonar.

Winston Churchill expresó: “un pesimista ve la dificultad en toda oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”. Dwight D. Eisenhower expresó: “el pesimismo nunca gana una batalla”. William Arthur Ward dijo: “el optimista vive en una península de infinitas posibilidades; el pesimista se encuentra varado en una isla de perpetua indecisión”.

En realidad es mejor ser optimista. Cuando se es optimista se mira la vida con una expectativa positiva, se tiene confianza en que las personas son inherentemente buenas y que los resultados que se logren serán los mejores. El ser optimista mejora el bienestar emocional, mejora las relaciones interpersonales y provee una cierta protección contra los eventos adversos.

En el clásico ejemplo del vaso que tiene agua hasta la mitad para determinar si una persona tiene tendencia a ser optimista o pesimista, ¿el vaso está medio vacío o medio lleno? Convencionalmente se dice que el optimista verá el vaso que está medio lleno y el pesimista verá que el vaso está medio vacío. Parecería que la mejor respuesta es que el vaso está medio lleno y medio vacío; pero nosotros estamos mejor si pensamos que el vaso está medio lleno.

Es mejor ser optimista pero al mismo tiempo ser consciente que algunas cosas no saldrán tal como las hemos planeado. Es mejor siempre tener la expectativa de lo mejor pero estar preparado para lo peor. Eso es ser un optimista. “Hay que elegir ser optimista, ya que uno se siente mejor” lo ha expresado el Dalai Lama XIV.

Los beneficios de ser optimista son muchos. Las personas optimistas tienen confianza en sí mismas, creen que pueden lograr todo lo que se proponen, ven las oportunidades y posibilidades que se presentan, asumen retos para superar las dificultades, tienen capacidad de resiliencia para superar los fracasos o rechazos, tienen el valor de tratar nuevas cosas e inspiran a otros.

Hay evidencia que las personas optimistas tienen una calidad de vida superior a aquellos que son pesimistas. El optimismo influye significativamente en la salud mental y física al promover estilos de vida saludables, promueve mayor flexibilidad del comportamiento e incrementa la capacidad de solucionar los problemas.

Nelson Mandela, en su autobiografía Long Walk to Freedom, dice: “Yo soy fundamentalmente un optimista. No puedo decir si es por naturaleza o por crianza. Parte de ser optimista es mantener la cabeza dirigida hacia el sol y un pie moviéndose hacia adelante. Ha habido muchos momentos oscuros cuando mi fe en la humanidad fue puesta a prueba duramente, pero no podía caer en la desesperación. Ya que la desesperación lleva a la derrota y a la muerte”.

El optimismo es una actitud indispensable del líder ya que inspira a las personas con las que se tiene relaciones interpersonales. Cuando se es optimista se tiene la determinación de convertir los propios sueños en realidad. La mente optimista siempre está lista para la acción.

El valor del optimismo es real. La persona optimista confía en sus capacidades, tiene perseverancia y actitud mental positiva. Cuando se es optimista se tiene la automotivación necesaria para lograr el éxito y la felicidad.

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